¿El pueblo o la ciudad?

Como nos gusta Serranillos a los forasteros, estamos deseando que llegue el fin de semana, los puentes, las vacaciones, etc. para escaparnos de la ciudad y pasar unos días “tranquilos” allí… pero de tranquilos no tienen mucho, que nos venimos peor que fuimos.

El pueblo cambia mucho del verano al invierno, de semana santa a navidad… pero allí nos reencontramos todos, nos echamos unas risas, podemos decir tontunas y contar batallitas que solo gente de Serranillos entendería…
En la ciudad todo se hace deprisa y corriendo, tienes que levantarte muy pronto para poder llegar bien a los sitios, las carreteras llenas de coches y atascos, las calles abarrotadas de gente, te cruzas con mil desconocidos… pero en el pueblo todo es distinto, no hace falta que madrugues para llegar puntual, no te encuentras un alma por la calle, y si te le encuentras, te saludan, y si no te conocen, te formulan la pregunta mágica... “¿Pero… y tú de quien eres?”.

En el pueblo, olvídate de la intimidad, hagas lo que hagas, te escondas mucho o poco, siempre habrá alguien que te vea, y si no es así, le echamos un poquito de imaginación al asunto, que si no la vida es muy aburrida.
En la ciudad es muy difícil que un día salgas de casa y huela a rosquillas recién hechas… a no ser que pases por una pastelería, y aun así, el olor es diferente… ¿Y cuando hacen morcilla? Huele a cebolla toda la calle…

Algunos se toman tan enserio el hecho de que haya poca gente en Serranillos que se animan a conducir por medio de la carretera pensando que no se encontrarán un coche de frente, y cuando se lo encuentran, no se apartan, eres tú el que tienes que echarte a la cuneta… ¿Y en verano?, la carretera repleta de paseantes pegados al asfalto, pero a nadie se lo ocurriría quedarse conversando en medio de la Castellana con su vecina, indiferente al tráfico ¿verdad?, estas cosas hacen que Serranillos sea especial, y por eso, yo me quedo con mi pueblo.

Empieza el frío en Serranillos...

Se acabó el verano… queda poco para que también finalice el otoño y con él comience el invierno: se quedan atrás las partidas de cartas hasta las tantas, los paseos por la carretera, los botellines interminables antes de ir a cenar, las fiestas de San Blas, las noches de juerga hasta bien entrada la mañana…

Cambiamos el bañador por la camiseta interior, los pantalones cortos por los de pana, las chanclas por las las botas y los calcetines piñorros…

Pero que sería de nosotros si el verano durase eternamente… asique ahora nos toca aprovecharnos de lo que el invierno nos trae, los braseros, las castañas asadas, el frío que nos cala hasta los huesos, la bolsa de agua caliente a los pies de la cama, la bufanda de tres metros y los gorros de lana.

Tenemos que saber aprovechar lo bueno de cada estación, y en Serranillos, los inviernos son duros pero bonitos, no todo el mundo tiene la suerte de tener un pueblo como el nuestro.

LA MATANZA EN SERRANILLOS

Hoy no voy a la escuela, Doña Isabel, mi maestra, lo va a comprender y no me castigará. Es que en mi casa hay que hacer la matanza. Matamos al cerdo que durante mucho tiempo hemos ido engordando con todo tipo de alimentos caseros; es un fiesta para la familia y una tradición con su ritual propio y conservado de padres a hijos y nietos. Por lo que tengo entendido, la cosa ha cambiado mucho.

¡Pobre animal!, desangrado y chamuscado; después, limpieza de la piel tostada, de las pezuñas y orejas, y lavado con agua caliente; todo lo que queda es comestible, nada se va a desperdiciar, pues como dicen los paisanos del lugar, “del cerdo hasta los andares se aprovechan”.
Ya está el cerdo colgado en la polea y aun enterito. Empieza la faena de abrirlo y descuartizarlo, se recoge la sangre que se comerá guisada con cebolla, se sacan las entrañas, se ponen unas cañas que abran los laterales de la panceta, para que corra el aire y se endurezca con el frescor de la noche, mañana continuará la faena.

Por la mañana, los hombres despedazan el animal, clasificando muy bien las partes, dejando en su lugar los jamones y las paletillas, las cintas de lomo para conservarlas en las orzas con aceite, la carne para el picadillo, el tocino y la panceta. Un trato especial para el testuz de la cabeza, las orejas, las manitas y hasta el rabo.

Continúa la faena por la tarde o a la mañana siguiente; las mujeres manipulan la carne magra, que pasarán con cuidado por la máquina de picar para mezclarla con pimentón y convertirla en picadillo, y posteriormente en el incomparable y apreciado chorizo casero, manjar popular que no han sido capaces de igualar las más sofisticadas fabricas de embutidos.

Que espectáculo aquel de la tripa del cerdo, cuando ya se había limpiado de grasas, saliendo por la máquina de picar, llenándose de picadillo, con el esfuerzo de las mujeres y su cuidado de ir picando la tripa para que no quede aire que pueda aflojar la carne y perjudicar la necesaria curación del chorizo. Tarea paciente y admirable que daba como resultado tan suculento manjar. Y bastante similar la elaboración de las sabrosas morcillas, aprovechando la sangre del cerdo y mezclada con arroz y condimentos varios, según los gustos de cada familia. Exquisito plato preparado a la sartén.

Los niños también participan, éramos los primeros testigos de la sentencia del cerdo, de sus berridos de muerte, de la recogida de la sangre, del fuego sobre el animal muerto para chamuscar su dura piel y ásperas cerdas, la limpieza posterior y toda la faena de la matanza. Además, a los chicos nos daban el rabo para que nosotros hiciéramos nuestro fuego aparte, lo asáramos y nos lo comiéramos, que por cierto, bien poco sacábamos del rabo, menos mal que quedaba compensado después con la comida de los ingredientes propios de la matanza.

Así recuerdan las matanzas la mayoría de los mayores de Serranillos, cuyos productos duraban todo el año, bien conservados en aceite y curados en los días fríos de invierno. Otra cosa muy diferente son las matanzas que ahora se celebran, que en un día se realiza toda la faena y se da buena cuenta del cerdo entero; seguro que esos días nadie tiene colesterol ni limites en su dieta…

Un saludo, y seguid disfrutándolo como hasta ahora.